Si el camino del arte, por ese bosque frondoso que surca, es recorrido con libertad, nos conduce al conocimiento de sus más bellos rincones. Espacios de pureza e inocencia, en los que al detenemos, llenos de paz, somos inducidos al acto creativo.
No puede el portador de esta experiencia confundirla ya con ninguna otra.
Por eso, después de experimentar lo que llamé el ARTE REVELADOR, como portador de respuestas, señalador de mundos, que aunque desconocidos, existen, y capaz de conectarnos con energías y vibraciones en estado salvaje, permitiéndonos reproducirlas fisicamente en un ejercicio personal y único, ahora, tengo que nombrar de diferente manera la experiencia creadora de lo que no existía en ninguna parte hasta no transitarlo, hasta no crearlo con cada uno de nuestros pasos: el ARTE CREADOR.
Es en él donde pongo mi propósito, mi intención, mi deseo.
El Arte Creador es un claro entre árboles, iluminado un instante por la tenue luz de una luna, que brevemente nos descubre, en uno de sus ciclos, ese poder olvidado que reside en nuestro interior y que resurge gigante e infinito cuando el universo nos acompaña.