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EGUZKILORE (Flor SOL)

No es de extrañar que encontremos historias que hablan de los orígenes de esta planta, justificando nuestro irreprimible deseo de arrancarla de su medio y llevarla con  nosotros para exponerla a la vista de todos.

En ella encontramos dos partes bien diferenciadas: sus hojas espinadas y la flor dorada, representación misma del astro SOL, de quien en todos los tiempos hemos dependido para sobrevivir.

La inspiración, basada siempre en los ojos con que miramos, nos dictó relatos de defensa (fijándose en sus pinchos), e historias más luminosas, como su flor.

Estas leyendas nos sitúan en tiempos más o menos oscuros, o más o menos esperanzadores; épocas de miedo o de crecimiento.

Yo me quedo con una de esas historias, muy antigua, de cuando percibíamos a Tierra como NUESTRA MADRE TIERRA, protectora y centro de nuestro propio universo.

La fábula deja entrever claramente el miedo de los humanos; acepta esta condición en nosotros y busca la solución en la consciencia y en la naturaleza cercana. De esta forma y por medio de un símbolo, consigue disolver el problema.

Es una historia sencilla, desprovista de segundas intenciones, anterior a posteriores interpretaciones más turbias, basadas en las tinieblas y no en la luz.

«Los humanos acudimos a la Tierra en busca de ayuda. Estábamos aterrados entre tanta oscuridad.

La Tierra, para mitigar nuestro miedo creo a SOL, y así vivimos mejor. Pero al caer la noche, las tinieblas volvían a apropiarse de todo, así que fuimos a golpear su puerta otra vez, demandando una solución. Nuestra madre Tierra, de nuevo, buscó la luz nocturna, creando a LUNA.

Entonces vimos que, a pesar de la claridad, segíamos sintiendo miedo dentro de nosotros, y por tercera vez nos dirigimos a la Tierra.

-Poderosa Madre Tierra, madre de tus hijas Sol y Luna, ¿no tienes un remedio?

Entonces la Tierra nos dio a EGUZKILORE para recordarnos que, si la buscamos, la luz está siempre dentro de nosotros mismos».

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